miércoles, 7 de septiembre de 2016

La ciudad flotante (Las estrellas que nos señalan el Norte)

El estilo de este libro sobre la sociedad Yupik ha cogido otro estilo de escritura, lo sé muy bien. Pero son cosas que debo explicar como yo las veo. Tan bien como creo que sentí verlas; sobretodo lo que ahora acontece.

Después de pasar noches y noches entre ellos y poder conocerlos mejor, por fin llegó lo que ansiaba. Era lo que me prometieron, normalmente la gente pensaría que estoy exagerando, pero lo que escribo aquí es la pura verdad. Eso no era un barco, era una ciudad que flotaba en el agua ¿¡Cómo era posible!?

No sabría decir exactamente cuanto media, lo que si sabía que fue un espectáculo para toda la aldea, incluyéndome a mi. El barco estaba hecho por unas especies de ramas amarillas muy homogéneas, parecían todas las mismas; aunque las ramas tenían unas líneas. Como si estuvieran hechas por secciones. Que extraño material era ese, que extraño navío, que extraño era todo.

La gente de la aldea gritaba eufórica y empezaron a bailar como si de un acto de los dioses se tratara. Yo no podía apartar la mirada de aquello. Mientras más se aproximaba, más me sorprendía, parecía que venía desde el norte, pero por aguas poco profundas. El barco se acercó lo máximo que pudo y de una de sus partes surgió desde arriba, como si lo arrojaran un pequeño barco.

Estaba lleno de... Yupiks, era como si me hubiesen ocultado una gran tecnología marítima digna del mismísimo Thorming. Me acerqué lo más que pude junto al jefe de la aldea, quien al verme me invitó amablemente a que fuera hacia allí junto a él para hablar con esos extraños marineros.



Se bajaron del barco y en efecto, eran Yupiks, pero vestían unos vestidos coloridos y extraños, además de que su peinado y ojos eran de distintos colores. Se parecían mucho, pero había pequeñas diferencias en sus rasgos, como la piel más morena o los ojos más rasgados.

Junto a ellos viajaban otros humanos, eran bajitos, con pelo muy oscuro y ojos más rasgados. Carecían de pelo en la cara, dioses, parecían mujeres. También se encontraban a su lado unos extraños humanos imbuidos en magia silvana, o eso creí, pues tenían orejas y partes de animales. ¿De dónde venían estos seres? ¿Vinieron desde Thravaljarg para llevarnos con ellos a la batalla final de los dioses?

El que parecía una especie de animal humanoide se aproximó adelante de todos, pues era el jefe del barco. Llegó frente al jefe de la aldea e hizo una reverencia, el jefe fue recíproco; como si estuviese acostumbrado a tratar con estos. Él no se extrañaba ni por sus vestimentas ni por el extraño ser. Yo si soy sincero, tenía el corazón a punto de estallar de los nervios.

Los habitantes de la aldea trajeron cestas y cestas de minerales oscuros como el carbón, pero que brillaban como si de metal se tratase. Unas 32 cestas de ese mineral pusieron cerca del barco de transporte, además de a mi. Sí, me pusieron como método de intercambio. El jefe dijo que llegaron a un acuerdo con el capitán del navío para que pudiera irme con ellos, solo tenía que trabajar en el barco y pagarme mi vida allí. Yo acepté sin dudar, quería ver de donde y hasta donde llegaba ese barco.

El capitán aceptó y como intercambio empezó a obsequiarles con vasijas, telas, huesos, polvos mágicos, materiales, lo que creí que eran herramientas y un sin fin de cosas extrañas. No sabía que esos minerales negros fueran tan caros... O quizá fuera yo el que encareció el precio.

Después de todo eso, lo que hice fue despedirme de cada miembro de la aldea, mujer u hombre de una forma tradicional para su pueblo. Un abrazo y un beso en la mejilla, la verdad es que es una buena forma de mostrar aprecio. Debería usarlo cuando vuelva de mis viajes, pues mi nuevo viaje comenzó justamente en cuanto puse un pie en el pequeño navío.

Las estrellas que nos señalan el norte; Los Salvajes, esos grandes civilizados desconocidos. 

FIN

Por Erick Bjornson. 

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